Navidad en pandemia

Por: Daniel Vargas, Director de Estudios Cuantitativos en Activa Perú

Recuerdo cuando era niño y estaba en casa de mis abuelos con todos mis primos pasando una noche llena de familiares que no veía hace tiempo, y que disfrutaban dándose afecto y recordando las cosas que los unían.
Recuerdo jugar hasta el cansancio con mis primos, esperando que dieran las 12 para empezar a cenar y disfrutar la mejor comida de todo el año, con más comida de la que podíamos acabar entre todos, así hiciéramos nuestro mejor esfuerzo por empacharnos.

Recuerdo el saludo navideño lleno de abrazos y de los regalos que estaban debajo del árbol que habían puesto mis abuelos, y que el primo menor se encargaría de terminar de decorar poniendo la figura del niño Jesús en el pequeño pesebre.

Recuerdo salir a la media noche a participar del clímax que era prender y ver los cohetes y fuegos artificiales que durarían buen rato. Y recuerdo caer rendido luego de todas esas actividades mientras esperaba a Papa Noel. Era la frustración más grande despertar el 25 y haberme perdido su llegada. Pero el encontrar los regalos que había pedido en mi cartita debajo del árbol en la casa, lo compensaba todo.

En fin, la Navidad era la celebración más bonita que había en todo el año y la expectativa siempre era grande. De una u otra forma, estos recuerdos han ido “dibujando” mis navidades hasta la fecha.

Sin embargo, esta Navidad nadie se imagina revivir una festividad normal. Muchas cosas han pasado este año que cambiarán la dinámica tan esperada. En esta ocasión, las fiestas nos encontrarán, como peruanos, con sentimientos negativos muy acentuados debido al golpe sanitario y económico, por no mencionar todo el desmadre de la política peruana que ya arrastramos hace tiempo y que este año hizo su mejor esfuerzo por superarse.

En Activa, venimos midiendo las emociones de los peruanos desde que empezó la cuarentena, y vemos que el año cierra con un repunte de la tristeza, frustración y sensación de inseguridad.

Desde el lado opuesto, vemos que algunas emociones positivas han ido perdiendo fuerza por la longevidad de la pandemia, empezó con 15 días, luego 15 más, y más… y así ya llevamos 9 meses en los que se han ido flexibilizando ciertas restricciones, pero en los que no nos ha sido devuelta nuestra vida normal, en términos de libertades, tanto legales como de conciencia.

La solidaridad y la compasión decrecen mucho, quizá porque ahora hay más personas que necesitan de solidaridad y de compasión versus aquellas que pueden ofrecerlas. Pero lo interesante es que renace la esperanza y el optimismo, quizá por el tema de las vacunas que “amenazan” con llegar y empezar a solucionar el tema. O simplemente porque es fin de año, el cierre de un año que a todos nos gustaría borrar del calendario como hacen los japoneses con el piso 4 en sus edificios, o porque la Navidad es, tradicionalmente, la temporada que siempre saca lo mejor de nosotros durante el año.

Otra de las cosas que todos hemos palpado o testificado de una u otra manera es el deterioro de la economía. Millones de peruanos perdieron su fuente de ingresos este año y se han visto obligados a utilizar ahorros, préstamos, retirar fondos destinados a jubilaciones, y/o emprender para poder cubrir los gastos corrientes de sus hogares. En nuestras encuestas realizadas durante el año vemos que ya en julio, la mitad de la población no podía cubrir sus gastos del mes con lo que estaban generando, situación que no ha mejorado hacia finales de año, y que no puede auspiciar una temporada de regalos y cenas muy grandes.

De hecho, hicimos la pregunta de cómo celebrarían la Navidad este año los peruanos, y 6 de cada 10 personas recibirán la Noche Buena sólo con quienes viven en su casa. Incluso hay un 10% no se plantea ninguna celebración, y sólo 13% celebrará como siempre lo hace. Con la cantidad de casos de contagios y de muertos que ha habido, no hay muchos motivos que vayan sumando para la celebración. Quienes se reúnan, afirman tener muy presente la necesidad de no desbandarse en términos de cuidados sanitarios, y mencionan que mantendrán distanciamiento. ¿Se imaginan esos abrazos familiares reemplazados por los ya famosos toques de codos? Pocas cosas más frustrantes que poder y no deber abrazar a los que quieres por cuidarse uno y a los demás. Pero lo bueno es que existe esa conciencia y no hay un deseo por un desenfreno navideño.

A pesar de que seguro veremos muchas galerías o calles con presencia de más personas que un día normal, no se verán esas escenas de personas atiborrando locales de compra por adquirir productos a última hora. Tampoco veremos los restaurantes con personas haciendo cola para reencontrarse con esas amistades que les son tan queridas, pero que el día a día te gana y no te deja ver hasta que hay alguna fecha especial. No veremos los Centros Comerciales con esas activaciones tan llamativas de todos los años para los niños, y para las que los padres se llenan de fuerzas para llevar a sus hijos a vivir una linda experiencia.

Lo que veremos esta Navidad es que 40% de los peruanos no realizará compras, ni para ellos ni para regalar a sus familiares o amigos. Esto hará que la figura de los árboles llenos de regalos y las mesas llenas de comida no sea tan frecuente como debería serlo. Aquellos que sí realicen compras esta temporada, en su mayoría utilizará el canal digital, y en especial la presencia de las redes sociales como canal de compra. Una evidencia más de que la pandemia vino para cambiar nuestros hábitos para siempre, en mayor o menor medida.

¿Qué pedimos como país? Pues que se solucione el tema sanitario, que la gente recupere el trabajo y haya dinero en los hogares, y, sobre todo, que podamos abrazarnos, eso tan necesario para salir adelante.
Desde el punto de vista cultural, la Navidad es una festividad para reunirse en familia, compartir, regalar, etc. desde el punto de vista religioso, representa la encarnación de Dios, la empatía máxima hacia el hombre y el desprendimiento máximo de los privilegios divinos por amor. Quizá esta pandemia nos esté regalando una buena oportunidad para recordar su origen y significado. Quizás el regalo consista en la oportunidad de sentir esa misma empatía por otros que están pasándola mal y aprender a desprendernos de nosotros mismos para poder ayudar a otros. Si todos ponemos en práctica lo que esta festividad representa, seguro que haremos que el panorama sea mejor y podamos empezar el próximo año con más esperanza.

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