Por: Carolina Palacios, Presidenta BCW Sudamérica
La pandemia del COVID-19 generó que el mundo profundizara en algunos de sus problemas más serios, especialmente en aquellos relacionados con la desigualdad y el cambio climático, exigiéndole a las marcas hacer mucho más. Definitivamente, el 2020 se convirtió en un punto de inflexión para la sostenibilidad en las organizaciones. Los objetivos cambiaron; ya no se trata solo de mitigar impactos, sino de lograr cambios positivos en la sociedad.
Como ya sabemos, Perú no ha sido ajeno a esto; la crisis sanitaria y política en la que nos hemos visto envueltos en los últimos tiempos ha creado una nueva realidad con grandes desafíos, uno de ellos es la forma en la que percibimos el rol de las organizaciones, de las cuales se espera una mayor conciencia social y ambiental. Según un estudio realizado por APOYO Consultoría, solo el 25% de los peruanos tiene una opinión positiva sobre el papel que el sector empresarial ha cumplido durante la pandemia por el COVID-19.
Definitivamente hay un mayor escrutinio por parte del público, el cual se vuelve cada vez más exigente. Los consumidores ahora buscan marcas con significado, con un propósito. Y no solo ellos, la presión viene de distintos frentes: las personas quieren cada vez más comprar, trabajar e invertir en empresas que tienen una misión sostenible e impactan positivamente en la sociedad. En un estudio realizado por Accenture y Unilever, el 88% de los encuestados aseguró que sienten que su trabajo es más satisfactorio cuando tienen la oportunidad de crear cambios en asuntos sociales y ambientales, y el 83% son más leales a las compañías que les brindan esta posibilidad.
Definitivamente hay un mayor escrutinio por parte del público, el cual se vuelve cada vez más exigente. Los consumidores ahora buscan marcas con significado, con un propósito.
Por eso, es importante que las organizaciones diseñen una hoja de ruta para poder generar efectos positivos. Para lograrlo, hay al menos tres pasos clave. En primer lugar, analizar: la empresa debe entender dónde está en el camino de la creación de impacto, entendiendo las implicaciones sociales y ambientales que sus procesos podrían estar ocasionando, o aquellas que ha dejado de causar. Luego, se debe mapear: hay que crear una visión, identificando los mayores cambios positivos a producir y cómo alcanzarlos de manera integrada. Finalmente, entregar: se trata de desplegar la estrategia planteada, aprendiendo a optimizarla en el camino, escalando los obstáculos que se pueden encontrar y midiendo los resultados.
En conclusión, el COVID-19 ha significado un reinicio en muchos aspectos, brindándole a las organizaciones la oportunidad de rediseñar y reconstruir un futuro económico, social y ambiental más sostenible. Para ello, las empresas necesitan comprometerse con valores y causas que los representen y, así, lograr convertirse en un factor de cambio que logre mover a las personas en la dirección correcta, porque, al final del día, “la gente no compra más lo que haces, compra el por qué lo haces. Y lo que haces simplemente prueba en lo que crees” (Simon Sinek, 2009).
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